“Vivimos en un océano de imágenes. Lo importante es aprender a nadar entre ellas”

“Vivimos en un océano de imágenes. Lo importante es aprender a nadar entre ellas”

Alejandro Castellote, curador independiente, editor, ensayista y profesor de fotografía, nos acerca el arte de la fotografía.

Alejandro es miembro del Jurado de Honor del concurso PHotoFUNIBER, y en esta entrevista nos explica su experiencia y motivaciones como fotógrafo, además de darnos consejos para aprender a interpretar, analizar y comprender imágenes.

Entre sus múltiples proyectos destaca la dirección del Festival FOCO (1985 a 1989), la dirección artística de PHotoEspaña (1998 a 2000) o la exposición retrospectiva de Martín Chambi en el Círculo de Bellas de Madrid (Itinerante por Europa 1990-1995)

También ha dirigido el proyecto (libro y exposición) “España a través de la fotografía: 1839-2010” para la Fundación MAPFRE y la editorial Taurus (2013). En 2006 le fue concedido el Premio Bartolomé Ros a la mejor trayectoria profesional en fotografía española.

¿Qué ha de tener una fotografía para considerarla de calidad?

La capacidad de retener una fotografía en nuestra memoria está vinculada a las capas semánticas que contiene y las reflexiones de todo orden que sea capaz de activar; a su potencialidad para establecer con el espectador un diálogo entre su propia subjetividad y la del autor. Una fotografía ha de ser capaz de inducir a la empatía.

Ahora hay fotografías por todas partes. Pero, ¿sabemos leer imágenes y estamos preparados para comprenderlas?

Vivimos en un océano de imágenes. Lo importante es aprender a nadar entre ellas. Es decir, a identificar críticamente el grado de verosimilitud que contienen. A interpretar los posibles significados visibles y ocultos que de ellas se desprenden. La ambigüedad de las fotografías es parte de su esencia como medio. Conocer cómo operan en la representación del presente y de la historia enriquece la lectura crítica de los contenidos. Es fundamental saber desde dónde se generan, y desde dónde las miramos. El contexto social, cultural, político y económico modifica sustancialmente el punto de vista con el que nos relacionamos con el mundo. Tenemos que reflexionar sobre la producción y el consumo de imágenes. Adoptar una posición «ecológica» respecto a las fotografías que todos generamos. El mundo actual está sobrerrepresentado; tal vez sea más pertinente en algunos casos reprocesar lo que ya existe y no generar más ruido visual. Merece la pena considerar qué fotografías son necesarias: cuáles enriquecen nuestra perspectiva sobre determinados asuntos y cuáles nos manipulan. Las imágenes no son inocentes; transmiten ideología. Nuestra relación con ellas debería estar filtrada por un escepticismo crítico.

¿Cómo cree que la era digital ha cambiado el sector de la fotografía?

Lo ha cambiado en muchos aspectos. Por un lado, ha desviado el foco sobre lo artesanal y lo alquímico, que impregnaba el medio desde su creación, y lo ha redirigido al territorio de la comunicación: ahora las fotografías fluyen y no siempre existen físicamente. Por otro lado, la fotografía analógica necesitaba un tempo distinto al de la digital. El fotógrafo imaginaba la imagen; debía esperar a su procesado para ver el resultado, la respuesta a su premonición. También la vida demanda un tiempo para ofrecer respuestas a nuestras preguntas. Ahora lo digital, no solo en la producción de fotografías, está asociado a la inmediatez. Las cámaras y los dispositivos digitales tienen una ventaja: permiten corregir errores sobre la marcha; podría decirse que garantizan un resultado correcto en términos formales. La parte positiva es que el espectro de usuarios se ha ensanchado y eso conlleva también un mayor número de puntos de vista sobre el mundo; en cierto modo, se ha convertido en un medio mucho más democrático de lo que ya era desde comienzos del siglo XX. No creo que una sea mejor que otra. Es el uso que hacemos de ellas lo que ha modificado su estatus.

En su trayectoria ha demostrado un gran interés por la fotografía española y latinoamericana. ¿Se puede decir que hay un estilo propio o común entre los fotógrafos latinoamericanos si comparamos con otras producciones, como por ejemplo, la norteamericana?

Cada vez es más complicado someter lo que se genera en cada país o en una zona geográfica concreta a una etiqueta común. Sí es cierto que en los últimos años las relaciones entre los países latinoamericanos se han multiplicado y la información sobre lo que se hace en cada sitio es más fluida, creando una red que adopta la forma de vasos comunicantes en términos de mutua influencia. También sucede que muchos de los asuntos y los problemas son transversales (migraciones, crecimiento urbano no planificado, corrupción, redistribución de riqueza…) y es normal que los artistas de diferentes países coincidan en determinados temas, incluso utilizando soluciones formales semejantes. En el siglo XXI, ningún país es una isla. No solo estamos interrelacionados, también muchas propuestas artísticas surgen en continentes distintos en términos de simultaneidad. Las frecuencias se sincronizan con al acceso a la información virtual y se producen coincidencias sorprendentes, que cada vez serán más frecuentes.

Lo que se ha hecho notorio es un reforzamiento de lo local, tal vez como reacción a las promesas asociadas a la globalización, que han demostrado ser, fundamentalmente, estrategias para crear mercados sin fronteras. La utopía de lo global se está equilibrando con una mayor atención a lo cercano, a lo subjetivo —una variante de lo local— y a la reivindicación de una perspectiva ligada al contexto desde el que el artista crea su obra.

Más allá de los conocimientos ¿Qué aptitudes o actitudes se requieren para ser un buen profesional de la fotografía?

La respuesta es simple: honestidad. Es fácil de enunciar pero difícil de representar. Tener algo que decir y decirlo con profundidad, sin copiar modelos de éxito, arriesgando en la forma, proponiendo imágenes complejas, alejándose de las obviedades y las tautologías.

Como jurado, ¿Qué criterios han de tenerse en cuenta a la hora de valorar una fotografía.

A menudo los concursos fomentan o confirman algunas tendencias temáticas o formales. En mi opinión, los jurados han de ser conscientes de que su selección avala un estilo determinado, pero también puede abrir las puertas a propuestas arriesgadas que circulen a contracorriente. Premiar estereotipos o soluciones mil veces utilizadas no aporta nada al mundo del arte.